miércoles, 30 de enero de 2019

Tengo un niño con hiperactividad ¿Cómo afrontarlo?




Tengo un niño con hiperactividad

Es un trastorno cada vez más frecuente, difícil de diagnosticar y complicado de tratar, ya que requiere atención multidisciplinar.
Explicamos algunas pautas y estrategias para actuar con ellos.




El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es el trastorno psicológico más común en la infancia y la adolescencia. Los últimos estudios hablan de que hasta un seis por ciento de los niños en edad escolar presentan TDAH. Por lo tanto, no resulta extraño encontrar algún niño con dicho trastorno en un aula de educación primaria o secundaria.

Con frecuencia se expresa coloquialmente: “este niño es hiperactivo”, para referirse a un niño nervioso e inquieto. La cuestión no es tan simple y, a pesar de que el exceso de movilidad suele ser uno de los signos más alarmantes y molestos del trastorno hiperactivo, no es lo más preocupante.


¿Nervioso o hiperactivo?

El TDAH es un trastorno de sintomatología variable desde el punto de vista cognitivo y conductual. Los síntomas más notables implican dos bloques básicos: la atención lábil y dispersa, y la conducta impulsiva e hiperactiva que no se rige por una finalidad concreta y que resulta excesiva para la edad cronológica del niño, su nivel madurativo y la educación que ha recibido. Además, todos estos rasgos resultan de difícil control por parte del sujeto.


La presencia de uno de estos bloques de síntomas o de ambos al mismo tiempo, pueden dar lugar a los tres subtipos del trastorno. El primero es el TDAH subtipo “predominio déficit de atención”: estos niños sólo presentan déficit de atención (tanto en la focalización o sostenimiento de la misma) y dificultad en la capacidad de organización; el segundo subtipo es el de “predominio hiperactivo-impulsivo”: estos suelen presentar con más frecuencia problemas de conducta y, por último, está el subtipo combinado, que como el nombre indica presenta una mezcla de síntomas de los dos anteriores.


La etiología de este trastorno es desconocida, pero sí se sabe que es de origen biológico y con un fuerte componente genético. 

El entorno puede influir en la mayor gravedad de los síntomas, en un peor pronóstico del TDAH y en el aumento del riesgo de presentar problemas asociados de índole emocional, de conducta o de aprendizaje, pero en ningún caso se considera origen del trastorno. 


Multiples Efectos
Al inicio y en edades tempranas, estos niños son inquietos e irreflexivos, emocionalmente vulnerables y se muestran con un carácter explosivo. Generalmente presentan una baja tolerancia a la frustración y no aceptan las normas, ya que las suelen vivir como algo impuesto por el adulto y a veces de forma amenazante. La inquietud motriz puede generar desajustes de adaptación, tanto en casa como en la escuela y con sus iguales, debido a la impulsividad que suele provocar una forma de contacto brusca y agresiva. Hay que aclarar que no se trata de una agresividad planificada, sino de una conducta agresiva defensiva. 



En el ámbito académico, el déficit de atención y de habilidades básicas para el aprendizaje como son la planificación, la organización y el manejo del tiempo, pueden motivar el fracaso escolar. Es altamente probable que la autoestima del TDAH esté dañada, aunque no siempre es perceptible, ya que puede esconderse tras una conducta desafiante y opositora hacia la autoridad, en ocasiones acompañada de mentiras para ganarse la aprobación de todos los que le rodean (profesores, padres, compañeros).

Todo esto genera en el niño o adolescente sentimientos y estados de inseguridad, fracaso o insatisfacción, aumentando los problemas de ansiedad y otros síntomas depresivos. Por tanto, una de las dificultades del TDAH es que con una frecuencia muy elevada se presenta asociado a otros trastornos.

El exceso de movimiento es uno de los signos más alarmantes, pero no el más preocupante. 






















Generalmente son los padres quienes manifiestan las dificultades para seguir el comportamiento de su hijo, aunque cada 
vez es más frecuente que sean los profesores los que detecten el problema al observar que su alumno no sigue el ritmo esperado y presenta graves problemas de conducta en el aula. Hasta los tres años de edad no se suelen identificar los problemas de conducta. Hacia los cinco o seis años, los niños han alcanzado el desarrollo de las capacidades esperadas y tienen una mayor capacidad de control, son capaces de centrar la atención en una tarea durante 20 ó 25 minutos seguidos y es entonces cuando el TDAH se manifiesta clínicamente y puede ser diagnosticado con mayor eficacia.

Un niño con TDAH tiene que recibir ayuda profesional y ser apoyado en casa y en la escuela







El tratamiento adecuado

Es fundamental que, ante la presencia de cualquier síntoma que nos haga sospechar de la aparición del trastorno, el educador, ya sean los padres o el profesor, derive al niño a un profesional experto en TDAH (médico: pediatra, psiquiatra infantil o neurólogo o psicólogo especializado en el trastorno) para la realización de un diagnóstico preciso, seguida de una pronta y correcta intervención.

Actualmente, el tratamiento que ha demostrado mayor efectividad es el tratamiento combinado o multimodal, que contempla los siguientes ámbitos de intervención:


Psicológico. Orientado a padres, profesores y niños. Consiste en la enseñanza-aprendizaje de estrategias tipo cognitivo-conductual para la modificación de la conducta y el manejo del autocontrol, la resolución de conflictos, el entrenamiento en la conducta asertiva y la mejora de las habilidades básicas de la atención, organización y planificación que faciliten al niño un máximo rendimiento y mayor autonomía.

Médico. El tratamiento farmacológico con metilfenidato es eficaz en el TDAH, pues hace remitir el déficit de atención y la impulsividad, aumentando la capacidad de reflexión e interiorización de aprendizajes que facilitan el desarrollo integral del niño. Debe ser siempre indicado por un profesional.

Psicopedagógico. Dirigido a mejorar la motivación, las habilidades académicas y su conducta ante el estudio. Es muy importante que los profesores tengan información concreta sobre el trastorno y estén motivados por la práctica de estrategias metodológicas adaptadas al alumno con TDAH que faciliten su labor docente.

Las actitudes que adoptemos pueden fomentar y cronificar de forma involuntaria las consecuencias de las características que presentan las personas con síntomas de hiperactividad e impulsividad. Por tanto, es imprescindible que los adultos de referencia en los distintos ámbitos, tanto el familiar como el escolar, sean conscientes de la parte que pueden aportar para ayudar a aumentar la conductas positivas del niño y a disminuir o extinguir las menos adecuadas. Los buenos resultados serán evidentes.